<p>Tercer relato de la tetralogía de los colores fur, tras "Kedada" azul y "Invitación roja".</p><p>http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=nKAnk341QCQ#!</p>
Especies implicadas
lobos
Genero de los personajes principales (usar M, H, m, h para macho o hembra adultos o no, por ejemplo, M/F/m significaria un adulto macho, una adulta hembra y un cachorro macho)
Etiquetas (palabras por las que se encontraria la historia, separadas por espacios. Por ejemplo: fantasia rol ciencia transformacion lobo)
Padre avanza a la cabeza de la manada, saltando sobre las rocas musgosas, espantando ardillas y aves en su carrera entre los inmensos pinos y robles, la manada le sigue, le seguimos, ¡AUUYYEEYY! La manada le seguimos, corre, corre, corre hermano, corre hermana, padre guía la manada. El olor húmedo y frío del amanecer llena mi morro, el ruido de los arroyos es mi música ¡AUUYYEEYY! La manada corre por el bosque, el enemigo espera, el territorio debe ser defendido. ¡AUU! ¡AUUYYEEYY! Somos fuertes, estamos vivos, tripas llenas, garras fuertes, bocas limpias, la manada corre por el bosque entre rocas musgosas y helechos gigantes, bajo la sombra de las copas enormes, el sol poco a poco ilumina de verde el camino, el olor de los mios, mis hermanos, mis amigos, mi gente, me rodea, me anima, joven soy sí, pero la sangre de mi padre corre por mis venas. Mi pelo es largo, mi vista llega lejos, mis dientes ya han catado el sabor de la sangre de venado, mis garras ya han marcado mi posición entre mis iguales. Soy el hijo de mi padre, no olvido su rostro, corro en mi sitio tras mi padre, no a su diestra, que es el sitio de mi madre, no a su alrededor que es el sitio de su katet, sus cercanos amigos y protectores de toda una vida juntos, voy detrás suyo, liderando a mis pares, a los jóvenes que somos el corazón de la manada, aprendiendo de los más fuertes, esperando nuestro momento para liderar, para conducir, cuando llegue nuestra hora, no antes, pues sabemos qué es el respeto y el honor, sabemos cual es nuestro lugar, no he olvidado el rostro de mi padre. Y cuando el momento llegue desafiaré su dominio, sí, desafiaré su posición y echaré por tierra sus viejos y cansados huesos y vivirá o morirá según le marque su orgullo y su determinación. Pero sé que al terminar me mirará con honor y asentirá. Pues soy yo el que continuará con su legado, manteniendo unida la manada, fuerte, alimentada, protegida y caliente, como él ahora hace, como ha hecho siempre desde que yo dormía al costado de mi madre y mis hermanos. Consiguiendo la carne del ciervo y el venado, enseñándonos los secretos de la caza, las señales, los aromas, los peligros del fuego y el rayo, los placeres del agua del torrente y la carrera tras la presa, como lamer la herida que sane, como morder el cuello que paraliza, como aullar a la luna en las horas y los días en que aullarla se debe, como alejar a la noche negra, oscura y mala con los tonos adecuados, los gritos y los ritmos precisos que mantengan nuestra manada unida, feliz, sana, fuerte, guerrera. ¡AUUYYEEYY! ¡AUU! ¡AUUYYEEYY!
Las orejas de mi padre se estiran, su cola hace la señal, nos dividimos, nos extendemos, no nos detenemos, aceleramos más aún, tomo mi posición, cuarto mordedor de patas, segundo orden de batalla, mis hermanos detrás de mi, a mi lado, ligeramente retrasado a mi costado, mi alma secreta, mi amor, mi vida. Me mira, me saca la lengua, sonríe, me guiña un ojo, me muestra sus curvas y su fuerza, es mi amor y me ama, y clamo al cielo de alegría cada día desde que aceptó mis besos y lamió mi lengua, su calor es mi calor, su ansia es mía, su placer es mi placer, ¡mi vida! ¡AUUYYEEYY! Amor ¡AUUYYEYY, CONMIGO! Y mi sección gira, gira siguiendo mis huellas y mi olor formando en abanico inverso, sin huecos de batalla, sin fisuras, a la velocidad que mi manada siempre ataca, con las filas prietas, unidas, me sigue mi pack, los míos, que formarán muy pronto la cabeza de la manada que todos los demás seguirán sin miedo ni desafío. Los más fuertes, los más aventureros, los más prudentes, con heridas, sí, pero heridas bien ganadas, heridas probadas en buena caza y buena guerra. Somos el la mandíbula que aprieta los colmillos que mi padre y sus iguales representan, somos la fuerte juventud que les alienta. Corremos ¡AUUYYEEY! No habrá sorpresa, atacamos con honor, sin subterfugio ni mentira. A la luz del alba, con los primeros verdes colores que dan vida a nuestra tierra, en nuestro bosque, nuestro territorio jamás mancillado, invadido o reducido. ¡AUUYYEYY! ¡La manada se abalanza! El primer mordisco, preciso, mortal, imparable de mi poderoso padre parte en dos el cuello del enemigo, sus compañeros atraviesan las filas hostiles como un rayo, como el colmillo en la víscera más tierna, nosotros evitamos que les rodeen por la espalda, rodeamos a los supervivientes del ataque de mi padre, les obligamos a girarse, a no presentar batalla a la espalda de nuestra vanguardia, protegemos con honor y nuestras vidas las vidas de los más fuertes y maduros de los nuestros. La sangre llena mi boca, los gritos de dolor del enemigo me regalan los oídos, intentan ganarme el costado, las partes blandas, el vientre delicado pero no cuentan que no lucho sólo: Mi amor me protege y con sus fuertes mandíbulas detiene al traidor que intentaba aprovechar que yo luchaba con otra bestia. Miro en un breve instante a mi amor, doy gracias, sonríe breve y vuelve al combate, yo también sé cuidar su costado y así hago, pero soy yo quien dirige esta sección, así que todos atacan mis objetivos, como tantas veces hemos ensayado, como otras veces hemos practicado. Veo a mi padre y los suyos, como un fuego devorador, como una avalancha devastadora abrirse paso entre la manada enemiga y llegar a su centro, casi a su retaguardia, miserables pordioseros sin vergüenza, allí donde se coloca su líder, su cabeza, mi padre se lanza sobre él, lo derriba, gruñe, ataca, muerde, mata, destroza de forma humillante y definitiva al lider de su manada. Es el momento del miedo. Es el momento que tanto hemos esperado. Cuando mi padre eleva por encima de su cabeza los restos rojos del lider enemigo y toda nuestra manada ruge, aúlla, grita con fuerza y alegría, con energías renovadas es ahora cuando empezamos a combatir con furia y carcajadas porque el enemigo ya está aterrado, descabezado, huidizo, y la victoria será total, aplastante y definitiva, y cada uno ha llevado a cabo su tarea, todos unidos, como una misma mandíbula llena de dientes de diferentes tamaños, hasta morder la yugular y beber la rica sangre de nuestros enemigos y de nuestras presas.
Y entonces padre ordena detenernos. Otros que no nosotros tienen la orden de perseguir a los enemigos que huyen. No nosotros, los jóvenes y fuertes, ni los maduros y experimentados, los perseguirán los más rápidos y ágiles de entre nosotros que hasta ahora se mantenían en reserva para este caso, como refuerzo de emergencia o para rodear, rellenar huecos de bajas o perseguir a los huídos. Ahora puedo rematar a los heridos enemigos, lamer mi pata mordida, veo que no es más que un rasguño, aunque mi amor la lame con cariño mientras me mira. Mi padre busca, como siempre un sitio elevado. Él y sus iguales están rojos de sangre, sus ojos arden, su boca llena de los restos del lider enemigo, es mi padre y el orgullo me llena el pecho. Mi padre nos mira a todos, formados y alertas entre los cadáveres de nuestros enemigos, levanta bien para que todos veamos el cadaver y lo arroja lejos, poderoso, para mostrarnos que no es comida, que es despojo, que toda la tribu enemiga es para las miserables criaturas carroñeras, que nosotros somos fuertes, poderosos como mi mismo padre, y comeremos carne tierna, comedores de verde, carne que nos hará más fuertes, sanos y poderosos, que nos permitirá volver a defender en el futuro nuestros verdes bosques, nuestros verdes helechos, nuestro verdes torrentes y rocas musgosas que rodean nuestra gran cueva cómoda y caliente, nuestro calmo abrevadero, nuestra casa. Y satisfecho veo como mi padre sonríe, erguido, la cabeza alta, mirándolo todo, a todos, con sus ojos sabios, y eleva la cabeza al cielo, como es su derecho y lanza a las copas verdes de los inmensos pinos nuestro grito, nuestro desafío de guerra, nuestro canto de victoria: ¡AUUYYEEY! Mi padre. ¡AUUYYEEYY! Yo mismo. ¡AUUYYEYY! Todos, la manada: ¡AUUYYEYY! ¡AUUYYEYY! ¡AUUYYEYY!