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El Caso de Renamon
Título El Caso de Renamon
Resumen <p>Lo que parecía una denuncia sin importancia, resultó en un tórrido encuentro con una fantástica criatura.</p>
Especies implicadas Humano, Digimon (Renamon)
Genero de los personajes principales (usar M, H, m, h para macho o hembra adultos o no, por ejemplo, M/F/m significaria un adulto macho, una adulta hembra y un cachorro macho) M/F
Etiquetas (palabras por las que se encontraria la historia, separadas por espacios. Por ejemplo: fantasia rol ciencia transformacion lobo) Renamon Digimon
Género (Novela, cuento, poesía, ensayo) cuento
Enviado por Jack Wolf

Tenía cosas que hacer que consideraba mucho más importantes, casos que resolver en los que las víctimas eran seres humanos. Y, sin embargo, la escasez de personal me había obligado a investigar una denuncia de maltrato sobre uno de esos Digimon. Suspirando de resignación, arrojé la colilla de mi cigarro y me dirigí a la puerta del apartamento. Llamé al timbre y esperé, con la placa colgada en el pecho de forma que fuera visible.

La puerta electrónica se abrió tras unos segundos, y una chica adolescente, casi una niña, me invitó a entrar. Tenía ojeras y parecía cansada, con los ojos enrojecidos de haber llorado hacía poco.

Tras un corto pasillo, se encontraba el único cuarto de la casa, aparte del baño. Allí, sobre una cama empotrada en la pared, se hallaba una criatura extraña como nunca había visto. Era uno de esos Digimon, de pelaje amarillo en casi todo su cuerpo, excepto en la parte frontal del torso, blanca. Aunque se asimilaba a un zorro, se sentaba erguido, y su silueta era muy humana, casi como la de una mujer, al igual que su estatura. Según me explicó su afligida dueña, se llamaba Renamon, y era una chica.

-La han violado. -dijo, furiosa- Son todos esos frikis de internet, tienen webs enteras sobre mi pobre Renamon. Le hacen fotos en la calle, durante los combates... Y ya no sé cuántas veces ha pasado. No pude hacer nada la última, y ella no se defiende. Creo que tiene miedo.

Sentí un ligero mareo, una sensación de irrealidad, de estar soñando. Aquella situación traspasaba con mucho todo lo que yo, un experimentado inspector de policía, consideraba como normal. Como en un trance, hice lo que consideré más adecuado, y me acerqué a examinarla.

Me arrodillé frente a ella. Me observaba con su simpático rostro de zorro, con unos anchos y afilados ojos negros que reflejaban inteligencia, bajo los cuales sendas manchas violetas, en forma de W, le daban un aspecto singular a su efigie. Mientras la saludaba, me fijé en sus grandes orejas y en su hocico chato, que hacía una curva perfecta con su cabeza, creando una forma similar a la de un limón.
-Hola.
Creo que sonrió.

Sus antebrazos y manos eran muy grandes en comparación al resto de su cuerpo, y estaban cubiertos por unos largos guantes morados que dejaban a la vista sus tres dedos blancos, y que, pensé, eran la única prenda de ropa en todo su curvilíneo cuerpo. Un gran mechón de pelo del color de la nieve cubría su pecho, y me hizo preguntarme si ocultaría mamas femeninas, aunque no me atreví a mirarlo durante mucho tiempo.

Lo que más me llamó la atención, sin embargo, fueron sus piernas. Terminadas en unas grandes zarpas blancas, sus muslos amarillos no tenían nada de animal. Eran gordos, bastante más que su delgado torso entre los dos, pero torneados, de una forma similar a la humana aunque más voluptuosos y, ciertamente, atractivos. Sobre cada uno de ellos había un tatuaje, del mismo violeta que las manchas de su cara, representando lo que parecían dos renacuajos que se perseguían, formando un círculo.

Desde luego, ahora entendía la atracción que se pudiera sentir por aquella criatura. Lo supe cuando me di cuenta de la erección que ya tenía. Apenas fui consciente cuando puse la mano sobre el muslo del ser, sobre el dibujo que lo decoraba. Poseía un pelaje tan suave que apenas se apreciaba, y su tacto era agradable y estimulante. Creí notar que la criatura suspiraba sobre mi cabeza ante mis caricias.

Miré a mi lado, y la niña me observaba expectante. Avergonzado, bajé el rostro, y mi vista cayó justo entre las piernas de Renamon. Noté cómo las separaba suavemente, con un movimiento apenas perceptible, dejando a la vista una vagina femenina, que expulsaba un aroma dulce y sensual como nunca había sentido.

Al darme cuenta de que aún tenía mi mano sobre su muslo, ahora medio cerrada y pellizcando su abundante carne, miré a su cara. Sonreía, me sacaba la lengua, parecía relamerse de excitación.

-Tengo que examinarte bien...

Le di la mano para invitarla a levantarse. Me la cogió con su garra, de tacto tan suave como su pierna, y la puse de pie lentamente. Le hice darse la vuelta, a lo que accedió gustosa.
-Vas a tener que apoyarte en la cama.
Ella entendió con rapidez, agachándose hasta apoyar las manos sobre el colchón, y mostrándome así todo el esplendor de su culo. Aparté su larga y mullida cola para poder ver bien aquello. Poseía unas nalgas exuberantes y hermosas, que sujeté con tremenda excitación para observar su ano y su vulva, ambos rosados y jugosos. Impelido por una atracción sin límites, por una erección como hacía años que no había tenido, no pude sino entregarme a mis impulsos y hundir el rostro entre las nalgas de aquel bello ser.
-¡Usted también no!
Me pareció escuchar a la niña, pero como una voz débil que llegaba de muy lejos y que no me podía distraer ni un ápice de mi deliciosa tarea.

Los bajos de Renamon emitían un olor y sabor particulares, en parte similares a los de la mujer, con un toque animal y un dulzor especial, único, de modo que resultaba salvaje, estimulante y fantástico. Mi lengua acarició con fuerza el pelaje del interior de sus nalgas y su fino ano, y también su jugosa vagina, que expulsaba en grandes cantidades deliciosos fluidos que empapaban mi rostro. No podía pensar con claridad en lo que estaba sucediendo, pero sabía con seguridad que aquello no era una violación.

Entonces me bajé los pantalones, y ni un segundo más pude evitar que mi verga se introdujera en el culo de Renamon. Cuando esto sucedió, la criatura gimió con una voz entre femenina y animal, y giró el cuello para mirarme con una mezcla de picardía y sufrimiento. Mi glande ya estaba dentro de su agujero anal, que me apretaba con fuerza, a pesar de que notaba que su propietaria trataba de dilatarlo. En aquellos momentos nada podía detenerme, y empujé con energía, percibiendo el inmisericorde roce que mi verga ejercía sobre el conducto de su culo mientras se introducía imparable, forzando y destruyendo su estrechez, hasta que llegué a golpear mis testículos contra sus glúteos, apretándolos con ansia, y encontrándome así dentro de ella en toda mi extensión.

Creí oír los llantos de la niña mientras sacaba mi pene, que me pareció que se había manchado con algunas pequeñas trazas de sangre, y volverlo a meter con brío, una y otra vez, haciendo temblar las enormes nalgas y piernas rollizas de Renamon, y robando gemidos de placer de su boca animal.

No tardé mucho en llegar a un éxtasis cuasi orgásmico que me embruteció aún más. La sujeté por sus largas orejas de zorra, levantando su cabeza hacia atrás mientras la embestía salvajemente y a gran velocidad, apuñalando su culo con una brutalidad mayor que la de cualquier asesinato.

Noté entonces cómo se convulsionaba mientras sufría un orgasmo, lo cual me hizo perder la noción de la realidad por completo. Grité de placer yo también mientras, con los últimos empujones, violentos pero espaciados, dejando a mi pene disfrutar en el interior de aquella criatura increíble, descargué todo mi semen.

Renamon se apartó, ronroneando, y se volvió a sentar, mirándome con ojos juguetones mientras se relamía con gusto. La niña se abalanzó furiosa sobre mí, llorando, pero la aparté de un empujón y salí de allí con rapidez, avergonzado.



-Menuda mierda. -Me dijo un compañero a la semana siguiente.- Con todo el trabajo importante que hay que hacer, y tengo que ir a investigar esta tontería. Parece ser que una chica acusa a uno de los nuestros de maltratar a su Digimon, y tengo que ir a su casa a comprobarlo.
-No te preocupes, -le dije yo- yo me encargo.
-¿De verdad? ¡Gracias! Eres un amigo.

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